Sacerdotes que resucitan parroquias moribundas



No hay nada que me produzca más satisfacción que ver un templo con las puertas abiertas todo el día. Empieza a ser una constante que se va introduciendo de forma paulatina en la diócesis de Barcelona. Cierto es que en esas iglesias se celebran muchas menos misas, pero es que antes solo abrían cuando había culto. El culto ha disminuido ostensiblemente, pero no la necesidad de oración y esa exigencia se soluciona con el espacio eclesial abierto de par en par. No faltan feligreses que entren para hallar unos momentos de silencio ante el Santísimo, unos instantes de recogimiento ante una imagen de la Virgen. No es un fenómeno raro: se aparca el bullicio de la gran ciudad y se concentra uno ante la quietud del templo y la presencia real del Señor en el sagrario. Personas mayores, de mediana edad y sobre todo jóvenes. Casi diría que se observan más jóvenes orando que de edades más granadas. Sorprende, especialmente, ahora que tanta gente come fuera de casa, poder observar que, antes o después de comer, pasan un rato de meditación ante la cruz y vuelven a sus trabajos y quehaceres más sosegados y reconfortados.
 
Lo he comprobado últimamente en la parroquia de Sant Oleguer, en la calle Nápoles por debajo de la Gran Vía. No es ese el templo más bonito de Barcelona, ni mucho menos, pero su interior es limpio y acogedor e invita a la plegaria. Está abierto de 8h de la mañana a las 20 h de la tarde, ininterrumpidamente, aprovechando también aquella magnífica franja del mediodía y siempre que he entrado había alguien. Creía yo que esa sabia decisión correspondía al haber de su anterior párroco, hoy rector de Sarriá y vicario episcopal, Mn. Joan Obach Baurier, pero pregunté a una feligresa y me dijo que había sido idea de su sucesor, Mn. Eduard Puig Casas, que tomó posesión de la comunidad en 2020. Un sacerdote de 50 años, que fue ordenado en 2013 y que, hasta entonces, se había desempeñado como vicario de Mn. Valentí Balaguer en la parroquia de la Virgen de los Desamparados de Hospitalet. Un cura de almas, que ese es el origen de la palabra cura. Y como me dijo aquella buena feligresa a la que pregunté, los parroquianos de Sant Oleguer están encantados con él, pues, me dijo textualmente, “Dios quiere que las iglesias estén abiertas y el pueblo acuda a rezar”.
 


Cierto es que el giro copernicano de aquella parroquia no se habría producido sin los meritorios 10 años de rectorado de Mn. Obach. Ahora Mn. Puig recoge los frutos sembrados por aquel. Porque cuando entró el hoy párroco de San Vicente de Sarriá halló una comunidad decrépita, por la que habían pasado como responsables dos de los antiguos curas comunistas de Santa Coloma de Gramenet: Mn. Salvador Cabré (1987-1995) y Mn. Joaquim Trias (1995-2010). 23 años con rectores de ascendencia marxista, que pusieron el acento exclusivo en el eje social y abandonaron la vida sacramental hasta límites insospechados. Eso que en los años 70 Sant Oleguer había dado nombre a un arciprestazgo de aquella zona del Ensanche hasta que pasó a ser incorporado al de Sagrada Familia.  Aquella dejadez provocó que la parroquia fuese languideciendo hasta convertirla en un club de jubilados. Nada que no haya pasado en otras comunidades.
 
Pero se le ha dado la vuelta a la tortilla. Lo cual revela que nada es imposible. Ha sucedido en otras parroquias. Véase a Mn. Espinar en el Fondo de Santa Coloma, quizás la iglesia más heterodoxa de toda la diócesis en los tiempos del recientemente fallecido Sayrach. O las parroquias de San Mateo y San Rafael que pastorea Mn. Ferran Lorda, que tantas vocaciones ha propiciado. O Santa Eulalia de Provenzana con Mn. Ramon Mor. O incluso la labor de titán que está llevando a cabo Mn. Emili Gil, hoy provicario general, en la Basílica de San José Oriol, que ahora ya abre todas las tardes y que ha fichado a un entusiasta grupo de Christifideles Laici que está a punto de obrar el milagro de revertir aquel páramo.
 
 
La resurrección de esas comunidades también debe apuntarse en el activo de los curas barceloneses más jóvenes, tan denostados hoy por la carcundia progre. Les hablé hace poco de Sant Miquel dels Sants y pueden ofrecerse varios ejemplos más. Todos están capitaneados por sacerdotes de las últimas hornadas. Todos con alzacuellos y alguno con sotana, pecado gravísimo según el mantra nacional-progresista. Entre ellos está Mn. Eduard Puig, al que puede hallarse al caer la tarde rezando en el interior de Sant Oleguer y confesando cuando se le acercan penitentes. Nada que no esté inventado. Y a los pusilánimes que tienen miedo de robos y otros peligros, decirles que pongan en la balanza qué hace más bien. Qué robos y otros peligros también suceden en la calle y en los pisos y no por ello vamos a estar todos los días encerrados en nuestros castillos.