Locuciones de Luisa Piccarreta



3-61 Abril 20, 1900

La cruz nos da los lineamientos y la semejanza de Jesús.

(1) Continúa mi adorable Jesús viniendo apenas y como sombra, y al venir no dice nada. Esta mañana, después de haberme renovado los dolores de la cruz por dos veces, mirándome con ternura mientras estaba sufriendo el dolor de las perforaciones de los clavos, me ha dicho:

(2) “La cruz es un espejo donde el alma ve la Divinidad, y contemplándose en él adquiere los lineamientos, la semejanza más perfecta con Dios. La cruz no sólo se debe amar, desear, sino tener como honor y gloria a la misma cruz, y esto es obrar como Dios y llegar a ser como Dios por participación, porque sólo Yo me glorié de la cruz y consideré como un honor el sufrir, y la amé tanto, que en toda mi vida no quise estar un momento sin la cruz”.

(3) ¿Quién puede decir lo que comprendía de la cruz por este hablar del bendito Jesús? Pero me siento muda para expresarlo con palabras. ¡Ah! Señor, te pido que me tengas siempre clavada en la cruz, a fin de que teniendo siempre delante este espejo divino, pueda limpiar todas mis manchas y embellecerme siempre más a tu semejanza.

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3-62 Abril 21, 1921

Más que el sacramento, la cruz sella a Dios en el alma.

(1) Encontrándome en mi mismo estado, es más, con un poco de temor por una cosa que no es necesario decir aquí, mi dulce Jesús al venir me ha dicho:

(2) “Y aun siendo vasos sagrados, es necesario de vez en cuando sacudirlos; vuestros cuerpos son tantos vasos sagrados en los cuales hago mi morada, por eso es necesario que de vez en cuando les dé una sacudidita, esto es, que los visite con alguna tribulación para hacer que Yo esté en ellos con más decoro. Por eso estate tranquila”.

(3) Después de esto, habiendo recibido la comunión y habiéndome renovado los dolores de la crucifixión, ha agregado:

(4) “Hija mía, cómo es preciosa la cruz, mira un poco: El sacramento de mi cuerpo al darse al alma, la une Conmigo, la transforma hasta volverla una misma cosa Conmigo, pero al consumirse las especies se desune la unión realmente contraída; pero la cruz no, ella toma a Dios y lo une con el alma para siempre, y para mayor seguridad ella se pone como sello. Por lo tanto la cruz sella a Dios en el alma, de modo que jamás hay separación entre Dios y el alma crucificada”.



Libro del Cielo. Vol lll