Estamos en un porno-pontificado



El ambiente en el Vaticano, desde la llegada del Papa Francisco, nunca fue tranquilo. Los que allí trabajan han vivido años aterrorizados de que les llegara un quirógrafo en que se les anuncia que cesan en sus funciones, o que serán encarcelados en las mazmorras apostólicas. Literalmente. Pero en los últimos meses, la atmósfera es ya insoportable. El pontífice está muy mayor y muy enfermo y él, sin embargo, se empeña en que no lo está. Ya sabemos todos del curioso “resfriado” que no lo deja desde hace mucho tiempo y todos vimos la semana pasada el penoso espectáculo de su frustrado intento por subir al papamóvil (notable la rudeza con la que el Papa de la misericordia trata a su valet). Bergoglio no se resigna a su enfermedad y pretende que todos creamos que goza de excelente salud. Y las razones, por cierto, no son cosméticas. Un gobernante enfermo, es un gobernante débil, y él jamás se permitiría un gesto de debilidad. 


    Es por ese motivo también que desde hace un tiempo ha ordenado a su jauría más fiel que impidan las críticas feroces que se le hacen desde los medios católicos informales, es decir, blogs, canales de Youtube o portales de noticias. El Vaticano no tiene control sobre ellos; por tanto, el único medio con el que cuenta es la presión, cuando son presionables, o la descalificación. Ya vimos lo que ocurrió la semana pasada con el canal de “La Sacristía de la Vendée”; hace un par de meses, en la Universidad San Dámaso, un importante aunque opaco personaje del Vaticano, afirmó que no debe criticarse al Papa Francisco por Internet, y como estos hay varios ejemplos más. 

    Sin embargo, quiero detenerme en uno de los más recientes, escrito por el académico italiano Massimo Faggioli, profesor de teología en Villanova University de Filadelfia, propiedad de los agustinos. Se trata de un experto en temas eclesiales, defensor de las peores causas y extremadamente francisquista. Un adetto al régimen. Y lo que escribe en su artículo publicado en La Croix da vergüenza ajena. Siendo yo mismo un académico, me pregunto con qué cara una persona pretendidamente seria intelectualmente puede escribir lo que Faggioli escribe. 


    Comienza reconociendo la feroz oposición al pontificado de Francisco por parte de miembros del clero y de seglares. ¿Quiénes son? Pues ya lo sabemos: “La oposición radical a él ha venido de los católicos de la ‘ley y el orden’, el partido de los reaccionarios anti-Vaticano II”. Aquí no hay novedad: somos los ultras, los reaccionarios, los indietristas, los semipelagianos, los “caras de pepinillos en vinagre”, etc. Sin embargo, Faggioli agrega una característica novedosa: los críticos del Papa Francisco somos falsos y desvergonzados, que detrás de una imagen de católicos devotos y sabelotodo, escondemos sólo cinismo. Es decir, los críticos a Bergoglio somos de las personas más malas y peligrosas que pueblan la Iglesia. 


    Para hacer esta afirmación, Massimo Faggioli se apoya en un estudio realizado por dos sociólogos de la Universidad de Colonia según el cual, aunque para las mayorías los cínicos siempre pasan por inteligentes, la realidad es diversa: “La idea de que los individuos cínicos son más competentes, inteligentes y experimentados que los menos cínicos parece bastante común y extendida, pero, como demuestran nuestras estimaciones, las verdaderas asociaciones empíricas entre cinismo y competencia son en gran medida ilusorias”. Es decir, los críticos al pontífice son tontos. Pero no solo eso, sino que también ese cinismo expresa un “afecto neoliberal [...] la sensación de vivir bajo condiciones estructurales que coartan los tipos de subjetividades autodeterminadas que se han dado por sentadas como característica de las democracias liberales occidentales y que siguen siendo fundamentales para los modos imaginarios de disidencia”. Que algún lector tenga la bondad de traducirnos esta frase escrita en el críptico vocabulario de la izquierda internacional. Lo que queda claro es que yo soy cínico, desvergonzado, falso, tonto, neoliberal y coartador de subjetividades autodeterminadas. Bien por Faggioli.


    Y el caso de los obispos y clérigos criticones es aún peor pues, además de los calificativos ya enunciados, ellos critican “al obispo de Roma, con quien deben estar en comunión para seguir siendo miembros legítimos del colegio episcopal”. Es decir, que un progresista democrático como Faggioli señala a los obispos que no están en comunión con un monarca absoluto como es el Papa, y los acusa de no ser miembros legítimos del colegio episcopal. Mons. Strickland y Mons. Schneider, entre muchos otros, directamente están fuera de la Iglesia; son obispos traidores porque no se someten a todos los dictados del pontífice romano. 

     

Estos movimientos del bergoglismo residual terminan dando la impresión de que están muy preocupados. Son conscientes de que la Iglesia se encuentra en un estado de crisis agudísima —policris, la llama Faggioli—, y se dan cuenta que las voces críticas a la nueva Iglesia que pretende fundar el moribundo Bergoglio tienen mucha más fuerza y adherencia de lo que podían prever. Así como “Religión Digital” y “Vida Nueva” no tienen nada que hacer en España frente a Infocatólica, Infovaticana e, incluso, frente la Sacristía de la Vendée; o así como en Italia ni siquiera “L’Osservatore Romano” tiene nada que hacer frente a blogs como Missa en Latino, o los de Aldo Maria Valli y Marco Tossatti, la solución entonces ya no es competir sino descalificar y, si es posible, asesinar… virtualmente. 


  Estamos en un porno pontificado cuyos métodos y aficiones envidiarían los papas Borgia. 


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