La 1ª causa del mal


La primera causa del mal: haberse quedado sin Dios. No habéis querido tener a Dios por Dueño, y dueño benigno, y así habéis tenido dueños que han humillado vuestra libertad de hombres hasta la mortificación de los esclavos. Como esclavos os han prestado, vendido, quitado de nuevo, como esclavos enviados a la muerte, riendo y engordando sobre vuestro dolor.

El mundo muere por no tener ya a Dios por Dueño; vosotros, en particular, morís por no haber querido a Dios por paterno Dueño. ¡Quisiera Dios que ahora os dirigierais a Él!

En su Nombre está la salvación. La vida es Vida en su Nombre y la muerte es resurrección. Quien vive en el Señor no morirá para siempre. Son los gigantes, o sea quienes. alzan su potencia de carne y sangre, soberbia contra el Cielo, quienes atraen el rayo divino sobre la tierra y caen para no volver a resurgir. Lo han tenido todo en la tierra, porque para ellos vivía sólo la ley de la carne y de la sangre. Por tanto para ellos ha terminado el reino eterno y luminoso del espíritu. Acabado desde esta tierra donde, con su propia mano, lo han matado, y acabado allí donde no existe límite de tiempo, donde no entran almas muertas.

Cuando en el Cielo da la hora de la indignación y la Justicia desciende para azotar, tened por norma Caridad y Prudencia. Retiraos, en vez de alborotar como pollastros que ven el milano, retiraos en vez de murmurar, que juzgar sólo le corresponde a Dios, y orad al Señor. Caridad y Prudencia para lograr que el Mal sea vencido por el Bien y la Paz triunfe en los Estados, en las instituciones, en los corazones.


Dios, para castigar, no necesita vuestros consejos. Sabe cuando y cómo debe de usar la espada para matar al perenne resurgido, el Monstruo que os seduce, contrapuesto al Resurgido divino que os ha salvado y os salva con su Sangre, y al cual, con demasiada frecuencia, no saben escuchar ni los grandes ni los pequeños del mundo, sordos ante mis desconsoladas peticiones de dar asilo al cansado de Amor, a vuestro Jesús que sufre de un amor perfecto siempre rechazado.

¡Oh! ¡si vinierais a Mí con vuestro corazón, hijos amados con tanta ternura por vuestro Dios, Padre y Hermano! ¡Lo arrancaríais todo de mi Amor si vinierais a Mí con vuestro amor! Todo, porque para Mí es dolor sumo el no poderos cubrir de dones en ésta y en la otra vida. Incluso el culto que me dais ha perdido mucho de mi signo y ha asumido formas humanas más acordes con vuestro pesado, de pesadez humana, modo de actuar.

Volved a la Fuente, hijos, a la Fuente de la que brota Vida. Su secular darse no la envejecen, porque el Tiempo es un instante frente a mi Eternidad. Lavad en la Fuente vuestra alma, sumergid vuestro espíritu, para que vean. Vean a Dios y los prodigios que rea- lizo para provocar vuestra admiración de modo tal que vuestra mente se despoje de la ciencia de los sabios, ciencia falaz, y aprenda la Ciencia de Mí que soy la Sabiduría de Dios.

No obstante lo veis, ¡oh hijos queridos!, lo que vuestro Dios sabe hacer por vosotros. He visto la aflicción de mi pueblo elegido, la que conocéis porque ya está sobre vosotros, y la que habríais conocido, ya preparada en la sombra, y he provisto.

¡Pero ay también de vosotros si la lección no sirviera! ¿Cómo podría continuar a acudir, proveer, perdonar? ¿Y si también vosotros os hicierais opresores? ¿Y si también vosotros os convirtierais en escarnecedores? 68 ¿Y si también vosotros os alejaseis del Justo que os aconseja para vuestro bien y tramarais vuestros engaños contra él? Él es portador de mi Palabra, él y sus ministros. Y en mi Palabra está la verdadera Ciencia y la verdadera Ley que dan el Bien.

Haced que se tiña de alegría la Faz de vuestro Jesús y de sus discípulos verdaderos. Y esa Faz yesos rostros se teñirán así cuando os vean triunfar sobre todas las idolatrías del sentido, del dinero, del orgullo, que os han atormentado siempre.

Quienes sean los “Asur" lo entiendes por ti misma. Pero a todos digo: no merezcáis como ellos la espada que no es humana. No. Sed buenos. Vuestro Dios no quiere mostraros la espada que castiga, sino que quiere abriros los brazos que sólo saben amar y bendecir y deciros: "Venid, hijos, a descansar en la Paz de vuestro Padre"».


Cuadernos Valtorta 1945